El psicólogo clínico Oscar Castillero define la concentración como “la habilidad o capacidad del ser humano (y de otras especies) para focalizar sus recursos cognitivos en un estímulo o acción, de tal manera que el resto del entorno queda desdibujado y parcialmente desatendido a menos que alguna estimulación nos llame la atención. […] Permite seguir el hilo de una tarea y llevarla a cabo con éxito”.
Sin embargo, a menudo se da la incapacidad de mantener la atención en una tarea, retener información, seguir el hilo de una conversación o recordar algo importante. Que eso suceda de forma ocasional es normal, pero la incapacidad constante de realizar tareas debido a la falta de concentración puede llegar a ser muy invalidante y causar problemas a quien la padece.
Causas de la falta de concentración
Cuando experimentamos falta de concentración, nos cuesta bloquear los elementos que nos distraen, dejamos de ser persistentes, nos cuesta mantener el enfoque y nos volvemos desorganizados. Como consecuencia, nos resulta más complicado realizar y terminar la tarea que tenemos entre manos, nos lleva más tiempo y tendemos a cometer más errores. Pero ¿a qué puede deberse? Las causas de la falta de concentración son muy variadasy pueden ir desde la desmotivación hasta enfermedades como el alzhéimer. Entre ellas, suelen destacar las siguientes:
- Los distractores: el ambiente es importante y no es lo mismo intentar concentrarse en silencio que rodeado de ruido, cosas en movimiento, gente hablando, interrupciones, reclamos vía móvil, etc.
- La falta de rutina y planificación: tener que hacer varias cosas a la vez, dejarlas a medias para atender otras, no saber cuánto tiempo se podrá destinar a algo, etc.
- Los pensamientos intrusivos: tanto si se trata de preocupaciones importantes como de cosas banales, si aparecen de forma involuntaria mientras se está realizando una tarea, dificultarán la atención plena en dicha tarea, especialmente si son pensamientos recurrentes a los que no es posible dar una respuesta inmediata.
- El cansancio: es una de las causas más comunes de falta de concentración. Cuando no se descansa correctamente, los recursos mentales se agotan. Junto a este cansancio, la mala alimentación y los entornos poco saludables son alas para la dispersión.
- La desmotivación: siempre hay tareas que no apetece hacer. Sin embargo, si el día a día está marcado por trabajos que disgustan o que son monótonos, o por la ausencia de objetivos, recompensas gratificantes o proyectos ilusionantes, aparece la falta de concentración por desmotivación.
- La ansiedad y los trastornos del estado de ánimo: son grandes enemigos de la concentración. El nerviosismo, el malestar por una situación angustiante y el miedo reclaman continuamente la atención. Junto a esto, un estado de ánimo depresivo o apático, episodios de tristeza o duelo, o incluso la ira, imposibilitan el estar al 100 % en el aquí y ahora.
- Las emociones positivas y la energía extremas: la euforia, la alegría y el exceso de energía mal canalizada minan la capacidad de concentración. Aunque en este caso se trate de algo más bien positivo, en esas situaciones también va a ser muy difícil centrar la atención en algo concreto.
- El envejecimiento: las capacidades mentales no son estables y, por norma general, suelen disminuir con la edad, aun sin padecer ninguna enfermedad degenerativa.
- El TDAH: las personas que sufren trastorno por déficit de atención e hiperactividad no pueden evitar distraerse, moverse, abandonar de forma impulsiva las tareas, perder cosas y olvidar compromisos.
- Otros trastornos y enfermedades mentales: las enfermedades degenerativas como el alzhéimer, los trastornos psicóticos como la esquizofrenia o los trastornos obsesivo o bipolar tienen entre sus consecuencias directas la falta de concentración.
- Consumo de sustancias tóxicas: el alcohol, ciertos fármacos o las drogas actúan directamente sobre el sistema nervioso.
La incapacidad constante de realizar tareas debido a la falta de concentración puede llegar a ser muy invalidante y causar problemas a quien la padezca.
Técnicas y recursos para elevar la capacidad de atención
Aunque hay circunstancias que no se pueden controlar, la atención plena puede entrenarse. Para la doctorada en psicología clínica Patricia Ramírez, estas son algunas técnicas que pueden ayudar:
- Practicar ejercicio regularmente, ya que la actividad física mejora las funciones cognitivas.
- Alimentarse de forma saludable, puesto que la actividad cerebral también se nutre de lo que se come.
- Dormir lo suficiente: el sueño tiene una función reparadora muy importante.
- Aprender a desconectar del trabajo, los problemas, las redes sociales o lo que absorba la mayor parte de la energía diaria.
- Apartar los distractores mientras se realiza la tarea, ya sean el móvil, las noticias o la familia.
- Encontrar la motivación por lo que se hace y tenerla presente: saber cuál es el objetivo es clave para sacar el máximo partido a la capacidad de concentración.
- Si falta motivación, desarrollar la curiosidad por lo que se está haciendo o se va a hacer incrementa las ganas de continuar.
- No tratar de tenerlo todo en la cabeza: las agendas y notas adhesivas pueden ser un buen aliado para aliviar la presión.
- Planificar el tiempo y las tareas de forma realista: la rutina y el control sobre las tareas ayudan a la concentración.
- Preparar las herramientas y tener a mano todo lo que se necesita antes de iniciar la tarea para no tener que interrumpirla.
- Evitar estar pendiente de varias cosas a la vez: practicar la “multitarea” suele llevar a resultados peores y en más tiempo.
- Leer y escribir de forma regular, o practicar ejercicios mentales como sudoku o juegos de lenguaje.