El insomnio infantil, sea por déficit o por un sueño de mala calidad, provoca cambios conductuales en los chiquillos que los hace estar más irritables y les genera dificultades para concentrarse. En muchos casos, este trastorno acaba afectando a su rendimiento escolar.
El sueño es esencial para la vida. Cuando dormimos, el cerebro trabaja para fijar lo que aprendemos y formar los recuerdos. Además, después de una noche de sueño reparador, el organismo está cargado de energía y preparado para encarar un nuevo día.
En los niños, el sueño juega un papel fundamental en muchos campos de su desarrollo como son la conducta, el rendimiento escolar y el crecimiento. Las alteraciones del sueño en la edad pediátrica son frecuentes y afectan de manera intensa la calidad de vida del entorno familiar de la criatura. Si un niño duerme mal, seguro que sus padres también lo hacen.
Que un niño duerma o no duerma bien depende sobre todo de los hábitos que aprende, de las sensaciones que percibe, del ambiente que le rodea… En definitiva, si no hay una patología detrás del insomnio infantil, que los más pequeños duerman bien depende de agentes externos que los padres casi siempre pueden controlar.
Entender las fases del sueño
El sueño se puede dividir en dos grandes fases: sueño no-REM y sueño REM.
El sueño no-REM, a la vez, se divide en diferentes partes:
- Fase I: es la transición desde la vigilia (estar despierto) al sueño. Se trata de un sueño ligero y, de hecho, si se despierta a la persona en este momento, no recordará que estaba dormida. Es una fase corta.
- Fase II: es la fase de mayor duración, permite al cuerpo descansar y conservar energía.
- Fase III: es el sueño profundo. En esta parte es muy difícil que una persona se despierte y es cuando pueden aparecer los terrores nocturnos y el sonambulismo.
El sueño REM se denomina así por los movimientos que realizan los ojos en esta fase (“Rapid Eye Movements”, movimientos oculares rápidos). Esta fase sirve sobre todo para consolidar la memoria, retener u olvidar información. Es el momento en el cual aparecen los sueños, así como las pesadillas.
Cuando se empieza a dormir se pasa primero por las fases no-REM y posteriormente por la fase REM, completando así un ciclo del sueño. Cada ciclo dura en el bebé unos 40-60 minutos y se van alargando hasta llegar a los 90–100 minutos en el adulto.
La edad determina los ciclos del sueño
El recién nacido: duerme durante más tiempo, entre 16 y 20 horas, independientemente de que sea de día o de noche. El sueño del neonato se caracteriza por un inicio activo en el cual se producen movimientos de los globos oculares, del chupete e incluso la emisión de algún ruido, junto con una respiración irregular. Esta situación es totalmente normal y puede durar varios minutos.
A los 3–6 meses: El lactante empieza a organizar el sueño en función de los paseos, baños y las tomas de leche. El ciclo vigilia-sueño depende sobre todo del grado de exposición a la luz y del ritmo de la alimentación (aproximadamente cada 3 horas). El bebé tarda menos a quedarse dormido. La parte de sueño REM es mucho más larga que en el adulto, puesto que es un periodo de mucho aprendizaje y necesita más tiempo para organizar toda la información.
A los 6–12 meses: el bebé echa de menos a sus padres cuando ve que no están. Es normal que en esta edad empiece a necesitar algún tipo de muñeco o peluche para dormir y no precise tanto de la presencia constante de algún familiar. En estos momentos, son más importantes en la calidad del sueño las condiciones ambientales, el vínculo con los padres y el modelo educativo.
A los 12–24 meses: la criatura duerme generalmente entre 14 y 15 horas, divididas entre una siesta por la tarde y el sueño nocturno. Las siestas favorecen el desarrollo físico, psicológico y emocional del bebé. La duración del sueño REM va disminuyendo.
A los 2–5 años: el sueño dura aproximadamente 11 horas. A los 3 años ya es poco frecuente que el niño se despierte por la noche.
Hacia los 4–5 años, se completa el ritmo de vigilia-sueño, la siesta finaliza y se consolida definitivamente el sueño nocturno. La duración de las fases es igual que en el adulto.
¿Qué sabemos del insomnio infantil?
Las necesidades de sueño varían considerablemente. No hay un patrón de sueño homogéneo y lo que necesita un niño no tiene porqué ser aplicable a otro. Sin embargo, si le cuesta dormirse o mantener el sueño a lo largo de la noche, si presenta acontecimientos anormales durante la noche o si se encuentra cansado y se duerme durante el día, se tiene que sospechar de la existencia de un problema de sueño o de los hábitos que conducen a este.
XF recomienda observar e identificar los cambios en la forma de dormir del niño. Cualquier alteración significativa en los patrones habituales de sueño requiere la consulta al pediatra.
Hay que consultar al pediatra si tu hijo o hija:
- se despierta cansado o con falta de energía por la mañana, se duerme durante el día o le cuesta levantarse de la cama por la mañana
- se desvela frecuentemente por la noche
- tiene problemas de rendimiento escolar o falta de atención
- está más irritable o impulsivo
- presenta sonambulismo, terrores nocturnos, ronquidos nocturnos, ruidos respiratorios anormales, parálisis durante el sueño o sudores nocturnos
- sufre cefaleas frecuentes, sobre todo matutinas o rechinar de dientes durante la noche
Insomnio infantil: el niño al que le cuesta dormirse
De la misma manera que se le enseña a comer, el niño tiene que aprender a dormir correctamente. Los padres deben tener muy claro previamente cuál será la rutina, para que el pequeño no capte contradicciones y las aproveche para no dormir.
- hay que mantener unos horarios fijos, incluyendo los fines de semana
- a la hora de dormir es aconsejable un ambiente relajado, sin ruidos, con poca luz y temperatura confortable
- es importante establecer rutinas previas al sueño, como puede ser un baño para relajarse o leerle un cuento
- evitar que beba muchos líquidos antes de dormir y no acostarlo con hambre
- limitar el uso de dispositivos electrónicos (consolas, tabletas, ordenadores, etc.) antes de acostarse ni realizar ejercicio excesivo
- evitar siestas muy prolongadas o que acaben más tarde de las 17h.
- Intentar que duerma solo sin ayuda. Puede utilizarse un peluche para aquellos momentos en los cuales eche de menos a sus padres.
Los cuentos que ayudan
Los cuentos ayudan a identificar y expresar sentimientos y emociones: el niño interpreta las emociones a partir de nuestros gestos, de la expresión facial, del tono de voz con que escenificamos los personajes del relato. Justo antes de ir a dormir, favorecen la relajación y la desconexión del ajetreo diario, y así, pueden ayudar a combatir de alguna manera el insomnio infantil.
En especial aquellos cuentos que introducen al niño en el “mindfulness”, trasladando su atención al momento presente y así ayudándolos a gestionar las emociones que no saben todavía interpretar y que pueden ser causa de estos trastornos de sueño.
Algunos ejemplos de estos cuentos son:
Si quieres saber más sobre los trastornos de sueño, consulta nuestra infografía “insomnio, noches en vela”
También puedes resolver tus dudas sobre insomnio infantil visitando las páginas webs: